Rincones metafísicos al óleo

Título crítica: Rincones metafísicos al óleo
Autor: Paché Merayo
Publicación: El Comercio 4/10/2008

Gijón vacío de paseantes y lleno de recuerdos, fruta que invita a la sensualidad, árboles que admiten que es otoño. Fachadas que hablan de ausencia. Todo está en Cornión. Allí ha llegado desde el estudio de Josefina Junco, que recupera el pulso de sus pinceles y la necesidad de hacerlos latir fuera de casa. Después de seis años la pintora gijonesa regresa a su galería de cabecera y en sus paredes vuelca todo un firmamento de arquitecturas interiores y calles conocidas, que ya esperan atenciones como 'Espejo de miradas'. Concilia Junco bajo ese sugestivo título una colección de óleos pintados sobre materia acrílica, que encierran una contemplación personal «sobre mi propia manera de mirar». «De ahí el espejo», matiza, recordando que todos los títulos de sus obras no son gratuitos, sino «muy pensados», quieren decir algo más que lo ya dicho en la tela o en la tabla.

Sus pinturas son, además, como el trazado de «senderos que pueden conducir por espacios adecuados para apreciar el arte». No lo dice ella, sino Pepa Pardo, que pone verbo a la exposición en el catálogo, e inicia su reflexión sobre el trabajo de la pintora con una cita de John Berger: «Creo que uno mira los cuadros con la esperanza de descubrir un secreto. No un secreto sobre el arte, sino sobre la vida».

«Ojala fuera verdad en mi obra», contesta Junco al guiño de Pardo, queriendo hacer propia la sentencia. «Estoy totalmente de acuerdo con Berger. El arte nos ayuda a vivir y si la vida encierra un secreto y el arte también, hay una importante conexión entre los dos misterios. Sería mágico que mis cuadros lograran despertarlos».

Muchos afirmarían rápido que ya lo ha conseguido al captar, como ella dice, «ese instante de explosión nocturno, que es la máxima vitalidad, que es la vida atrapada y también la vida que está yéndose». Y habla Josefina Junco de la vida que se va porque ha conocido la pérdida. Ha sido la muerte de sus padres la que la ha alejado de las paredes públicas, pues esta pintora, que acuña la existencia en colores intensos y sabe narrar naturalezas vegetales y de cemento, es de esos creadores que se alejan del lienzo con la tristeza.

«A diferencia del poeta, el pintor, quizá por lo que la pintura tiene de componente físico, necesita estar en plenitud de facultades para encarar el arte», dice, asegurando que de todos modos sus manos no han estado quietas.

Ha pintado, menos, pero ha pintado y en el proceso, que califica de «indescriptible», ha depurado la línea, perdido afición por los ojos de pez y hallado algunas perspectivas de la realidad, que siendo ciertas «no son verosímiles», pues para alcanzarlas hay que dar tantas vueltas sobre el objeto, que lo tangible se acaba mudando en metafísico.