10 pintores principales por África


Josefina Junco, Kely, Gil Morán, José Arias, Vicente Pastor y Hugo Fontela, entre otros, reúnen obra en una exposición solidaria del Auditorio de Oviedo.
La Fundación Pájaro Azul, institución que trabaja en diversos proyectos en países en vías de desarrollo, solicitó su ayuda y ellos respondieron con la mejor que pueden dar, su obra. Son José Arias, Paco Fernández, Hugo Fontela, Antonio Gil Morán, Josefina Junco, Kely, Lisardo, Pedro Losa, Vicente Pastor y Lara Ríos. 10 pintores, todos de primera fila, que, reunidos bajo el comisariado de Luis Feas, participan en la I Exposición de Artistas por la Solidaridad. Un encuentro de pinceles y derroche de generosidad que pretende consolidarse en la agenda cultural asturiana y que ayer abrió sus puertas en el Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo con la mirada puesta en África.
Su título, 'El pájaro de muchos colores', hace referencia a la fundación que lo promueve y a la diversidad de estilos y paletas que se ha logrado en la primera convocatoria, que permanecerá en la sala de exposiciones del Auditorio durante los próximos siete días.
Las obras expuestas no sólo lo han sido colgadas en la pequeña sala de exposiciones para alimentar el puro placer de la contemplación. También pueden adquirirse y su venta irá destinada a uno de los muchos proyectos que la Fundación Pájaro Azul tiene abiertos en el continente africano.
La colección se vende a precios «muy buenos», asegura Feas en el pequeño catálogo publicado con motivo de la muestra, y Feas, además de comisario de esta cita es crítico de arte y como tal conocedor de los entresijos estéticos, pero también de los mercantiles. Hasta el día 17, en que se cierran sus puertas los aficionados al arte podrán adquirir obras de algunos de los artistas más respetados de la nómina asturiana desde 800 euros a 4.000.
Para animar a la participación no sólo de los artistas, sino también de quienes acudan a la exposición, la presidenta de la Fundación Pájaro Azul, Inmaculada González-Carbajal García, recuerda que «no podemos escondernos en los pretextos para no actuar. La desigualdad crece mientras miramos hacia otro lado». De hecho, la Fundación nace desde la toma de conciencia de que «hay algo universal en los seres humanos donde todos nos podemos encontrar».
La eterna olvidada
Asegura González-Carbajal que la preferencia por África para destinar sus esfuerzos tiene que ver con el hecho de que es «la eterna olvidada, desconocida y especialmente maltratada». Por eso, dice, «queremos darle voz y presencia a través de la organización de actividades diversas que nos permiten informar y sensibilizar acerca de las realidades que conocemos y sobre las que trabajamos. La Fundación quiere ser una gran orquesta en la que suenen instrumentos diversos y variados, cada uno con su propio tiempo y espacio. Lo importante es saber que lo que nos une es la solidaridad, que al igual que la música, es universal porque nos permite encontramos con el otro».
Paché Merayo
El Comercio

La sencillez de una voz propia


Josefina Junco brilla en Madrid, en la sala de la Delegación del Principado de Asturias, con ‘Rumor de aromas’.
La expresión (formal o conceptual) de la verdadera sabiduría se caracteriza por su sencillez. La expresión de meros conocimientos (científicos, mecánicos o académicos) suele ser embarazosa y su complejidad, a menudo, oculta la ausencia de emociones.
André Breton, aludiendo a la obra de Henri Rousseau (‘El Aduanero’), escribió: «Su secreto no puede residir enteramente en este candor presumido sin límites del cual se citan hasta la saciedad los trazos desarmantes. Sólo sirve de pantalla al flujo magnético que, de su pintura, se proyecta hacia nosotros, y que considero única e inherente a su obra». Desde sus primeras apariciones públicas Rousseau había sido tildado de ‘ingenuo’, reprochándole el candor de sus lienzos, pero los poetas y pintores de vanguardia le aceptaron. ‘El Aduanero’ estaba fascinado por la comunicación entre el mundo de los vivos y los muertos, practicando su peculiar ‘fijación distraída’, esto es, composiciones con un punto intenso, que capta la mirada del espectador. Sus junglas, sus animales, sus lunas y sus soles todavía siguen impactando nuestras retinas.
Henri Rousseau tenía voz propia y, más allá de semejanzas estéticas, su ética vital recuerda a la de Josefina Junco, que estos días expone en la sala de la Delegación del Principado de Asturias, en Madrid. El trabajo de la artista asturiana ha evolucionado con gran coherencia en los últimos veinte años, bajo una ‘ingenuidad’ que sólo es aparente. Sus composiciones están repletas de matices, de guiños interiores, de experiencias entre el mundo de las fantasías y las realidades. Sus cuadros son encrucijadas cómplices que se nutren de memorias, emociones, presencias y ausencias.
Singular
La obra de Josefina Junco se ha depurado notablemente para decir más con menos, huyendo del abigarramiento de sus primeras etapas creativas. Sus últimas ‘Melodías del silencio’ que expuso en la galería Cornión y en el Museo Antón de Candás, o este nuevo ‘Rumor de Aromas’ que presenta en Madrid, mantienen el interés por la figuración, el color, el dibujo y el recuerdo, pero atesoran constancias metafísicas y oníricas que se alternan con una febril sensibilidad.
Hay un silencio muy sugerente en estos cuadros, una suerte de austeridad primitiva, que los dota de belleza, más allá de cualquier alusión a lo naïf o al romanticismo al uso. Las flores, los paisajes, las montañas y los cielos de Josefina Junco se derraman sobre telas y tablas delicadas que, en su sentido más extremo, son habitadas con el color.
La magia de verdes, rosas, malvas y azules configuran a sus cuadros una certeza muy especial que, finalmente, sin más pretensiones que gozar del propio ‘proceso’ pictórico, agradan. Porque Josefina Junco confía en la reflexión interior, la experimentación y la naturaleza, y aplica sus esfuerzos en ese orden para conseguir resultados muy personales.
El árbol, como género y símbolo de vida, es una constante en muchas piezas. Manzanos, cerezos, membrillos, flores, sencilla expresión de la complejidad de la vida. Avecillas franciscanas, como el ‘tordu gallegu’ o la ‘curuxa’, salmones del río Sella, arquitecturas de su infancia en Taborneda, la sombra de El Sueve, las plazas de Gijón, el muelle y sus rincones (La Rula, La Colegiata…) y otros muchos juegos le sirven para componer nuevos horizontes. Pretextos compositivos, en fin, para dialogar con la pintura y tratar de entender el cómo y el por qué pasan los días y las horas sin que apenas nos demos cuenta. Pintura con voz propia, que no es poco.
Ángel Antonio Rodríguez
El Comercio