Nubes en el muelle

Título: “Nubes en el muelle” Técnica: Óleo sobre lienzo. Medidas: 55x 49cms. Fecha: 2008
Título: “Nubes en el muelle” (detalle)

Veranín

Título: “Veranín” Técnica: Temple y óleo sobre tabla. Medidas: 13x 26cms. Fecha: 2008
Título: “Veranín” (detalle)
Título: “Veranín” (detalle)

Picaflores

Título: “Picaflores” Técnica: Temple y óleo sobre tabla. Medidas: 13x 26cms. Fecha: 2008
Título: “Picaflores” (detalle)

Paisaje urbano con palmeras

Título: “Paisaje urbano con palmeras” (detalle)
Técnica: Óleo sobre lienzo.
Medidas: 140x 140cms.
Fecha: 2008
Título: “Paisaje urbano con palmeras” (detalle)

La plazuela

Título: “La plazuela” Técnica: Óleo sobre lienzo. Medidas: 140x 140cms. Fecha: 2008
Título: “La plazuela” (detalle)

Esplendor nocturno II

Título: “Esplendor nocturno II” (detalle)
Técnica: Óleo sobre lienzo.
Medidas: 120x 50cms.
Fecha: 2008
Título: “Esplendor nocturno II” (detalle)

Esplendor nocturno I

Título: “Esplendor nocturno I” Técnica: Óleo sobre lienzo. Medidas: 120x 50cms. Fecha: 2008

Kaki II

Título: “Kaki II” Técnica: Óleo sobre lienzo. Medidas: 27x 41cms. Fecha: 2008

Kaki I

Título: “Kaki I” Técnica: Óleo sobre lienzo. Medidas: 27x 41cms. Fecha: 2008

Kaki en Taborneda

Título: “Kaki en Taborneda” Técnica: Óleo sobre lienzo. Medidas: 110x 140cms. Fecha: 2008

Manzano solitario en otoño

Título: “Manzano solitario en otoño” Técnica: Óleo sobre lienzo. Medidas: 81x 92cms. Fecha: 2007
Título: “Manzano solitario en otoño” (detalle)

Josefina Junco. Aborda el paisaje urbano

Título crítica: Josefina Junco. Aborda el paisaje urbano
Autor: J.A.Samaniego
Publicación: La Nueva España 11/10/2008

Ha dado Josefina Junco (Arriondas, 1949) un salto importante en su carrera artística al abordar el paisaje urbano. Es verdad que en obras anteriores aparecían alguna vez caseríos o construcciones diseminadas a lo largo de un camino, núcleos rurales de precisas referencias biográficas. Pero ahora la pintora ha llevado a primer plano esos elementos en la ciudad. Dos pequeños cuadros de la antigua rula gijonesa, construidos con bloques de colores a modo de juego arquitectónico, funcionan como una declaración de principios e intenciones. El color que aplicaba a las flores, a los árboles y a los pájaros, va a vestir la ciudad, una ciudad compuesta con las gafas de la más sencilla geometría. Y ello no significa que la naturaleza haya sido postergada, antes bien, se integra y da vida a la ciudad, como esas palmeras que compiten en altura con el «rascacielos del serrucho» en la antigua plaza de la Barquera.

Ha sucedido esta novedad en el presente año 2008. Y se pueden seguir los pasos en esta exposición. Hay cuadros como «Arce en la avenida de Castilla» o «Vuelo migratorio. Homenaje a R. J.» en que el protagonista sigue siendo la naturaleza, por más que al fondo aparezcan esquemas cúbicos de edificios urbanos. (Por cierto que el homenaje es a su padre, Ramón Junco, recientemente fallecido. Y la alusión al «exitus» o salida de este mundo, queda reflejado el vuelo migratorio del ave, tantas veces símbolo del alma en nuestra cultura).

Son cuadros que cantan su melodía poética. Fondos de color plano, a veces tocados de nubes insinuadas. Geometría sencilla a la manera naïf. Y juegos de ejecución muy sutiles, como el color o el dibujo que se difuminan en la distancia, como se aprecia con toda claridad en las hojas y en el tejado de «Kaki en Taborneda».

Hay que felicitar a la autora por este importante paso en su carrera artística.

Junco reinventa el paisaje urbano de Gijón en Espejo de miradas

Título crítica: Junco reinventa el paisaje urbano de Gijón en Espejo de miradas
Autor: J.C.Gea
Publicación: La Nueva España 4/10/2008

Ciudad, naturaleza y vivencias se funden en la obra de la pintora en Cornión

El paisaje de la ciudad y la naturaleza urbana, profundamente transformados por la visión subjetiva y los sentimientos derivados de vivencias personales, sustentan la mayor parte de la obra que desde ayer expone en la galería Cornión la pintora Josefina Junco (Arriondas, 1949). Bajo el título «Espejo de miradas», la muestra -que fue inaugurada por el presidente del Principado, Vicente Álvarez Areces- recoge una selección de óleos sobre lienzo de diversos formatos en los que la visión lírica y minuciosa de la naturaleza que caracterizó su anterior muestra en la sala gijonesa, en 2002, sigue presente, pero con una creciente presencia de lo urbano y, como consecuencia, de los elementos geométricos y un rigor compositivo que, en su obra más reciente, deriva hacia una síntesis inédita hasta ahora en la obra de la pintora, y hacia un tratamiento más libre e intenso del color.

Tan llamativa como el largo período transcurrido entre sus dos exposiciones gijonesas es la ausencia de figuras humanas en sus cuadros recientes. Ambos hechos están, por cierto, relacionados, y requieren matices. El cuidado de sus padres ha ocupado buena parte del tiempo y de las energías de Josefina en los últimos años; ha ralentizado el ritmo de su pintura y, finalmente, se ha plasmado en ella de una forma muy íntima y -apunta- «quizá no perceptible para el espectador». No sólo la exposición está dedicada «a mis padres, Josefina y Ramón», sino que también hay piezas como la titulada «Vuelo migratorio (Homenaje a R. J.)» en las que la pérdida de su padre se traduce en un símbolo tan escueto como una cuña de gansos salvajes volando sobre cielo invernizo.

«En realidad, no es que los cuadros estén despoblados; hay personas en ellos, porque están relacionados con momentos concretos de sus vidas y de la mía», explica la pintora. Pero, para el espectador, la mayor parte de su obra en «Espejo de miradas» encuentra una ciudad -Gijón- vaciada de la presencia humana, y sólo poblada por árboles o pájaros, pintados por Josefina Junco con el habitual mimo y la sensibilidad para captar el tiempo detenido en ellos. «Fuera de esos personajes íntimos y míos, el resto me sobraba. Dicho sin ningún desprecio por la humanidad, las figuras me estorbaban: tenía necesidad de despejar las calles, necesitaba soledad para concentrarme en mi mundo de fantasías, para plasmar lo que encuentro y degusto en cada paseo; espacios que modifico, que reelaboro a mi antojo», añade.

El fruto de esa reconstrucción de un entorno habitual se plasma en obras como «Paisaje urbano con palmeras» o «La Plazuela», en las que ha pintado «sin ninguna preocupación por la verosimilitud» rincones como el muelle o la plaza de San Miguel desproveyéndolos de buena parte de sus rasgos reales. La paleta y el tratamiento del color acentúan ese extrañamiento que es reapropiación. «Me apetecía meter colores vivos, color a todo trapo, pasando de la academia y haciendo lo que he vivido como un homenaje al color. No me he respetado ni a mí misma; he ido poniendo colores según construía», explica Josefina Junco.

Junto a esta visión de una ciudad agudamente poetizada, conviven cuadros de menor formato o de acentuada verticalidad en los que la pintora muestra su lado más esencialista, cercano siempre a una sensibilidad más oriental que occidental hacia el paso de las estaciones o la conexión entre la naturaleza y el estado interior. Pero, además, como principal novedad de la muestra, aparecen cuadros de carácter más estricto y constructivo, en los que la naturaleza y la ciudad se reducen a sus elementos más geométricos en pos de lo que la pintora refiere como «un camino de reducción y de síntesis». «Noche en el muelle», el cuadro más reciente, es el mejor exponente de esa nueva y sorprendente etapa de Josefina Junco.

Rincones metafísicos al óleo

Título crítica: Rincones metafísicos al óleo
Autor: Paché Merayo
Publicación: El Comercio 4/10/2008

Gijón vacío de paseantes y lleno de recuerdos, fruta que invita a la sensualidad, árboles que admiten que es otoño. Fachadas que hablan de ausencia. Todo está en Cornión. Allí ha llegado desde el estudio de Josefina Junco, que recupera el pulso de sus pinceles y la necesidad de hacerlos latir fuera de casa. Después de seis años la pintora gijonesa regresa a su galería de cabecera y en sus paredes vuelca todo un firmamento de arquitecturas interiores y calles conocidas, que ya esperan atenciones como 'Espejo de miradas'. Concilia Junco bajo ese sugestivo título una colección de óleos pintados sobre materia acrílica, que encierran una contemplación personal «sobre mi propia manera de mirar». «De ahí el espejo», matiza, recordando que todos los títulos de sus obras no son gratuitos, sino «muy pensados», quieren decir algo más que lo ya dicho en la tela o en la tabla.

Sus pinturas son, además, como el trazado de «senderos que pueden conducir por espacios adecuados para apreciar el arte». No lo dice ella, sino Pepa Pardo, que pone verbo a la exposición en el catálogo, e inicia su reflexión sobre el trabajo de la pintora con una cita de John Berger: «Creo que uno mira los cuadros con la esperanza de descubrir un secreto. No un secreto sobre el arte, sino sobre la vida».

«Ojala fuera verdad en mi obra», contesta Junco al guiño de Pardo, queriendo hacer propia la sentencia. «Estoy totalmente de acuerdo con Berger. El arte nos ayuda a vivir y si la vida encierra un secreto y el arte también, hay una importante conexión entre los dos misterios. Sería mágico que mis cuadros lograran despertarlos».

Muchos afirmarían rápido que ya lo ha conseguido al captar, como ella dice, «ese instante de explosión nocturno, que es la máxima vitalidad, que es la vida atrapada y también la vida que está yéndose». Y habla Josefina Junco de la vida que se va porque ha conocido la pérdida. Ha sido la muerte de sus padres la que la ha alejado de las paredes públicas, pues esta pintora, que acuña la existencia en colores intensos y sabe narrar naturalezas vegetales y de cemento, es de esos creadores que se alejan del lienzo con la tristeza.

«A diferencia del poeta, el pintor, quizá por lo que la pintura tiene de componente físico, necesita estar en plenitud de facultades para encarar el arte», dice, asegurando que de todos modos sus manos no han estado quietas.

Ha pintado, menos, pero ha pintado y en el proceso, que califica de «indescriptible», ha depurado la línea, perdido afición por los ojos de pez y hallado algunas perspectivas de la realidad, que siendo ciertas «no son verosímiles», pues para alcanzarlas hay que dar tantas vueltas sobre el objeto, que lo tangible se acaba mudando en metafísico.

Catálogo de la exposición Josefina Junco - ESPEJO DE MIRADAS


CRÍTICAS Arquitectura del lienzo. Georgina Fernández (La Voz de Asturias ) Rincones metafísicos al óleo. Paché Merayo (El Comercio) Junco reinventa el paisaje urbano de Gijón en Espejo de miradas. J.C.Gea (La Nueva España) Josefina Junco. Aborda el paisaje urbano. J.A.Samaniego (La Nueva España) A FONDO. Pinturas recientes de Josefina Junco. Yo creo que uno mira los cuadros con la esperanza de descubrir un secreto. No un secreto sobre el arte, sino sobre la vida. John Berger. Hay aspectos en la obra pictórica de Josefina Junco que están muy relacionados con la fotografía. Años atrás la foto fue un recurso que aplicó a su trabajo, una fuente de inspiración que además, en muchos cuadros de su primera época era incorporada a la escena, no en forma de collage sino en representación pictórica. Las fotografías pintadas donde aparecía ella, su hermana o su madre explicaban el tema o añadían un comentario constituyéndose en una especie de "pieza de tránsito" entre el interior de una casa, por ejemplo, y la naturaleza. Esta influencia se mantiene en sus últimas obras, no como elemento representado, sino como reflexión filosófica en torno a la ausencia. Para sus temas de Gijón Josefina hace uso de la cámara digital, con todo lo que su facilidad en el uso y reproducción implica, pero su poética -la nostalgia con la que contempla la naturaleza, la ciudad y el tiempo transcurrido- , está próxima a lo que Barthes define en "La cámara lúcida" como la esencia de la fotografía. En este ensayo Barthes se interroga sobre el nexo entre la fotografía y la reacción experimentada por el sujeto ante ella ¿Qué es lo que en la fotografía produce un efecto específico sobre el observador, qué es lo propio de ella, cuál es su esencia? ¿Por qué determinadas imágenes fotográficas nos resultan fascinantes? ¿Cuál es el rasgo esencial que la diferencia de la comunidad de las imágenes? Para Barthes la fotografía adquiere su valor pleno con la desaparición total del referente, con la muerte de aquello que se fotografía. La imagen fotográfica muestra y demuestra que eso que está ahí ha sido, en ella permanece la esencia de lo fotografiado; en un detalle aparentemente secundario se nos abren todas las dimensiones del recuerdo. Observó que una foto puede ser objeto de tres prácticas: hacer, experimentar y mirar. El operador es el fotógrafo, el spectador el que pasa las hojas de un álbum y aquel o aquello que es fotografiado es el blanco, el referente o el spectrum, término derivado de espectáculo y que añade al sujeto que posa la cualidad terrible de lo muerto. Como espectador Barthes constató que entre muchas imágenes fotográficas reunidas en álbumes o revistas solo algunas provocaban en él un "jubilo contenido, como si remitiesen a un centro oculto". Como spectador solo le interesaba la fotografía como sentimiento y a ese despertar de la emoción o de la animación que solo algunas fotografías le producían, Barthes lo definió como el punctum. Al interés histórico, social o puramente testimonial que despertaba la contemplación de una imagen fotográfica, lo llamó studium. El studium en la obra de Josefina serían sus temas: la relación espacio-tiempo, el pueblo que la vio nacer, Arriondas como un nido cálido y protector, bailes y fiestas populares, procesiones; la madre, la casa, los amigos y familiares que han muerto, y como telón de fondo la ciudad y la naturaleza entendida esta última como un misterio, como una experiencia mística. El punctum es, y rescato definiciones sueltas de Barthes: un pinchazo, agujerito, pequeña mancha, pequeño corte y también casualidad. El punctum de una foto es ese azar que en ella me despunta, que también me lastima, me punza…es él quien sale de la escena como una flecha y viene a punzarme; es un detalle, una viva mutación de mi interés, una fulguración. Gracias a la marca de algo la foto deja de ser cualquiera. Ese algo me ha hecho vibrar, ha provocado en mí un pequeño estremecimiento. ¿Cómo podría explicarme sino el impacto que uno de sus cuadros ("La plazuela") causó en mí aquella tarde que fui a visitarla? El punctum de Barthes tiene, además, otra propiedad que desearía resaltar. Se trata, según el semiólogo francés, de una fuerza de expansión de carácter metonímico; algo de mi propia experiencia como observador se añade a la foto que contemplo. Juan Carlos Gea en su texto para la exposición de Josefina Junco en la galería Cornión del año 2002 "Murmullo de aromas" ya apunta, con muy buen criterio en esta dirección, la de vincular su obra con la fotografía además de hacerlo con la literatura y la música. Comenta que su intento por rescatar las cosas del olvido queda registrado en el soporte "como luz huida en un espectograma". Desarrollaré este aspecto desde la perspectiva que me propone Barthes para proponer también su vinculación con la imagen cinematográfica. A diferencia del cine la fotografía es una imagen fija sobre un objeto liso; en palabras de Susan Sontag: fracciones de tiempo nítidas que no fluyen. Los personajes no solo están inmovilizados, sino que tampoco se escapan de sus marcos; ni se mueven ni se salen, están anestesiados y clavados, como las mariposas (Barthes). No obstante en el momento en que existe un punctum el personaje retratado, el tema representado adquiere una vida exterior más allá de los límites de la fotografía; entra en un campo ciego, como en el cinematógrafo donde la pantalla, mas que un límite se comporta como un escondite. Fantasmáticamente el punctum hace salir al personaje de la fotografía. ¿Quizás en el paso de cebra del ángulo inferior derecho del cuadro de "La plazuela", completamente vacía y vibrante de un azul intenso pude intuir algo de la experiencia de la muerte? ¿Se trata de la confrontación de dos experiencias, de una emoción estética?¿Sus personajes, vivos y difuntos entran y salen de sus escenarios para compartir experiencias con quienes miramos su obra? Hoy, prodigios de la imagen digital, puedo recuperar parte de esa jornada en su casa - taller. Enciendo mi cámara y rastreo, puedo acercarme a sus cuadros fotografiados y busco sobre la imagen de la plaza de San Miguel algún indicio. He fotografiado los dibujos preparatorios llenos de encanto y puedo recordar, porque así me lo contó su autora, el lugar exacto desde el que ella interpretó esta secuencia urbana. Veo a la artista y amiga sentada sobre el fondo de uno de sus cuadros, unas escuetas ramas cubiertas de pequeñas flores, luego los kakis plenos de sabor y sensualidad; naranja sobre un azul misterioso y un árbol enigmático que se dobla sobre su tronco. "Juegos arquitectónicos I y II" (el muelle reflejado sobre el agua) parecen proponernos una nueva línea de trabajo tendente a la depuración mediante el uso de líneas rectas y colores planos. Sobre caballetes, dos cuadros de grandes dimensiones, "La plazuela" y los Jardines de la Reina bajo el título de "Paisaje urbano con palmeras" Hay en la obra de Josefina Junco una correlación muy estrecha entre el paisaje natural y el paisaje urbano de modo que la ciudad se habita desde el sentimiento armónico de la naturaleza. Las zonas decimonónicas de Gijón, sus partes más antiguas, se presentan como el único refugio posible frente al crecimiento desbordante de la periferia. Para ella, que acostumbra a pasear en solitario, vivir la ciudad desde un sentimiento estético significa encontrar estructuras que resulten equilibradas, acuerdos visuales entre los edificios, las casas, las plazas y monumentos. Trazar senderos que puedan conducirla por espacios adecuados para apreciar el arte. Esta vocación de caminar la ciudad como se transita un jardín puede estar asociada a su interés por la arquitectura indiana y sus espacios naturales. Descendiente de generaciones de emigrantes a Cuba (los "Quesada" y los "Junco") hay en la interpretación de Gijón una cualidad metafísica basada en la vivencia de la escena urbana como un complejo entramado de recuerdos personales y colectivos, de momentos de inspiración no exentos de melancolía, como síntoma de la pérdida del sentido y alienación de la ciudad contemporánea. Junto a estos dos grandes cuadros se sitúan otros que cuelgan de las paredes y que la artista atesora como perlas de su memoria: el pueblo, la madre, bajo la triste lejanía de la ausencia en un estilo oriental que la pintora ha cultivado desde siempre. En homenaje a su padre, una pintura con la que inicia esta muestra para la galería Cornión ("Vuelo migratorio. Homenaje a R.J."), que la artista tuvo que interrumpir a la muerte de su progenitor. Al igual que en la fotografía como Tratado de la Nostalgia, su obra se instala en el eje presencia-ausencia, haciendo presente lo que ya no está; sustituyendo lo real por su imagen. Cuando la experiencia es intensa como en la obra de Josefina Junco, el tiempo se vuelve lento, no se vive tanto en extensión como en profundidad, se trata de un tiempo que se desarrolla en función de los ciclos de la naturaleza. Un tiempo circular contrario al tiempo uniforme y lineal construido en función de la muerte. En esa complementariedad entre el Tiempo y el No Ser hay algo que la muerte no puede destruir y que se sitúa en el instante mismo que contiene a ambas; no solo a la muerte como final de la vida. Desde esta concepción, sus flores cargadas de sexualidad comunican el pasado con el futuro, son la base del amor que anula la ausencia. Sus pájaros ("Veranín" y "Picaflores") sostenidos por frágiles ramas sobre un fondo de maravillosa textura satinada, son mediadores entre el hombre y su origen, metáforas de cierta unidad perdida o de una experiencia que aún no ha sido contada. Este subjetivo "aquí y ahora" es la base de la autenticidad de su obra, del aura que Walter Benjamín definía como "la manifestación irrepetible de una lejanía". En la obra de Josefina Junco el espectador encuentra algo del orden de su propia experiencia, algo atemporal que no se puede destruir. La tarea consiste en que el arte se inserte en la experiencia humana, que participe del carácter maravilloso de la narración. Que la muerte no se confunda con el olvido. Dedico este texto a los padres de Josefina Junco: Ramón Junco y Josefina Quesada, a la tía Maruca, a los amigos -conocidos míos- que ya no están. Alguno decidió no vivir en un mundo desprovisto de belleza; y a mi madre, Aurora, que ha cumplido 81 años. Pepa García Pardo. Tineo, 18 de Agosto de 2008

Arquitectura del lienzo

Título crítica: Arquitectura del lienzo
Autor: Georgina Fernández
Publicación: La Voz de Asturias 2/10/2008

Josefina Junco presenta un Gijón reconstruido con óleo en la exposición que se inaugura mañana. Estampas de la naturaleza conforman otra parte de la muestra.

Josefina Junco (Arriondas, 1949) no es una voz nueva en la pintura asturiana, pero la exposición que inaugura mañana en la galería gijonesa Cornión supone una vuelta de tuerca sobre su obra anterior.

Son una veintena de pinturas recientes en las que vuelve al tema de la naturaleza con un lenguaje poético, y también obras en las que retrata Gijón y en las que reconstruye la ciudad para dar una visión completamente personal de ella.

El paisaje urbano se reconoce por algunos hitos arquitectónicos, pero la artista recoloca esas piezas donde le apetece para conformar un nuevo urbanismo, más a su gusto, y trata al plano de la ciudad como si fuera un puzzle con el que juega a su antojo. El tratamiento del color es parte fundamental del cuadro. Renuncia a las gamas y prefiere proporcionar a cada pieza de ese puzzle su propio color. Ella explica estos cuadros así: "Quiero que los edificios sean reconocibles, pero a partir de ahí hago una nueva recreación de ese espacio y también me alejo de la realidad del color y tiendo a sintetizarlo".

En cierto momento de la trayectoria de Junco se le vinculó con el estilo naif, pero el galerista Amador Fernández, que ha organizado la exposición, cree que a esta pintora asturiana no se la puede etiquetar tan fácilmente. En su opinión, "esta exposición contiene una obra de cierta madurez", unos cuadros en los que habla con voz propia. La otra parte de la exposición presenta paisajes líricos, que recuerdan la obra de otro artista asturiano, Melquiades Alvarez, y piezas que parecen sacadas de cuadernos de naturalista o de grabados japoneses.

"Siento fascinación por la naturaleza, por ese esplendor que sabemos que es efímero y que intento captar. Sí, creo que entre la obra de Melquiades Alvarez y la mía hay cierta conexión. En cuanto a los grabados japoneses, me fascinan; me causa perplejidad su delicadeza, su síntesis, su lirismo". explica la autora. Para la muestra que se inaugura mañana, Espejo de Miradas se ha editado un pequeño catálogo con un comentario de Pepa García Pardo sobre la obra que se expone, y que Junco dedica a sus padres, Josefina y Ramón. Los cuadros pueden verse hasta el 1 de noviembre.