Caminos de constancia

Ángel A. Rodríguez. El Comercio 2-04-2016


Cuatro años después de su anterior exposición, Josefina Junco vuelve a la sala Cornión con veinte obras recientes.

En Gijón, la galería Cornión presentó ayer una nueva exposición de Josefina Junco (Arriondas, 1949), cuatro años después de su última individual en la misma sala. Con el título `Caminos' la veterana pintora mantiene intacta su peculiar huella figurativa abordando viejas y nuevas temáticas dominadas aún por la memoria y la naturaleza, mientras mejora notablemente sus calidades plásticas.

Han pasado dos largas décadas desde que Josefina Junco se lanzó por primera vez al circuito expositivo, comenzando una sólida carrera siempre dominada por composiciones pictóricas inspiradas en su infancia, a las faldas del Sueve. Recuerdos infantiles que fluyen bajo una suerte de primitivismo que ha ganado enteros evolucionando a partir de la versatilidad técnica y de un trasfondo discursivo que le ha permitido hallar su universo más singular. Sueños y fantasías que fluyen de una mirada al paisaje cercano y que comparten los registros expresivos de varios compañeros de galería, como Pelayo Ortega o Javier del Río.

Esa querencia generacional de Josefina Junco se aprecia especialmente en los escenarios urbanos, centrados fundamentalmente en miradas hacia Gijón bajo el dinamismo de su playa y su puerto. Ahí la pintora configura imágenes que giran sobre sí mismas alternando el ayer y el hoy. La muestra incluye, además, numerosas soluciones vegetales, partiendo de elementos que Josefina Junco domina perfectamente, con árboles, nubes, horizontes y flores cuya esencia supera el esquema estético para profundizar más y mejor en nuevas metas, exploraciones recientes de carácter más íntimo.

Sencillez aparente.
Escribiendo sobre Josefina Junco hemos aludido, a menudo, a la aparente sencillez de sus trabajos señalando que, como ocurría con grandes artistas históricos como Henri Rousseau, parecen basados en el `candor' pero no son ingenuos. Muy al contrario, sus `caminos' son vías que sirven de espejo para defender la buena pintura. Detalles que captan los silencios eludiendo caer en términos como " náif " porque entre, sus verdes, rosas, malvas y azules los contrastes cromáticos generan una certeza especial que, sin pretensiones, anhelan el goce y la tensión visual.

Manzanos, cerezos o membrillos no son aquí datos representativos, sino ejemplos de una energía sobria, alegato hacia la complejidad de la propia vida. Y las calles de Gijón, de Arriondas o de Madrid son excusas temáticas para dialogar con la propia pintura y tratar de entender el cómo y el por qué pasan los días o las horas sin que apenas nos demos cuenta. Pinturas con voz muy personal, con misterios propios y elementos referenciales hacia otros artistas cuya evidencia, lejos de ser un problema, es un factor añadido. Un esfuerzo noble para enriquecer las cosas que se abordan con fe y cariño, sin olvidar que la memoria está aquí siempre al servicio o, quizás, a las órdenes del corazón.