Colectiva de Navidad, con Mingotes

Título crítica: Colectiva de Navidad, con Mingotes
Autor: Rubén Suárez
Publicación: La Nueva España 28-12-2007

Ya no son por fortuna tan frecuentes como hace años las exposiciones llamadas «colectivas de Navidad», que atiborraban por estas fechas las galerías de arte con lo que podríamos llamar «cuadritos para regalo», colgados sin ton ni son en incoherente amasijo de fondos de galería sumados a pinturas en reventa e intentando inútilmente encontrar justificación en títulos tan rimbombantes como «obras maestras en pequeño formato», cuando difícilmente se podría encontrar en ellas algún interés artístico, más cercanas a esas muestras de aluvión que a menudo asuelan el buen gusto de las ciudades por unos días con cuadros de mueblería y publicidad peligrosa.

Nada hay de malo, sin embargo, en proponer muestras colectivas de Navidad siempre que respondan a un concepto de exposición coherente, a un suficiente nivel de calidad y a un diseño de instalación cuidado. Entonces pueden resultar muy atractivas, como se demuestra en la que ahora podemos ver en Cornión, que agrupa a artistas de la galería, lo que ya implica una afinidad de origen, presenta obra reciente, en su mayoría de 2007, y también de calidad dentro de las posibilidades de los distintos artistas representados. Como además la instalación es acertadamente equilibrada, las obras conviven bien haciéndonos olvidar lo muy numerosas que son y en un espacio reducido.

Dicho lo anterior, hay otros motivos para acercarse a esta exposición y entre los mejores la aportación que realiza ese entrañable poeta de lo mínimo que se llama Miguel Mingotes y que tantos años lleva fascinándonos. A menudo se habla de artistas «inclasificados» sin motivo, pero Mingotes lo es porque nunca acabamos de comprender del todo claves de su capacidad y precisión para obrar la magia con reducción tan drástica de elementos conceptuales y formales. En sus creaciones poético-plásticas -me resisto a utilizar lo de «poema visual» como si con ello lo banalizara- puede haber ironía, incluso la irreverencia de popular en ocasiones, pero no hay mordacidad, ni agresividad ni provocación; lo que hay es una infinita ternura y capacidad de acercanos a lo maravilloso, de tal modo que cuando el dedo de Mingotes apunta a la Luna, en este caso sí, todos miramos a la Luna en lugar de mirar al dedo. Renuncio a explicar las piezas, es mejor verlas porque, además, son muy navideñas.

Podemos ver una muy sugestiva pintura del desaparecido, y muy recordado, Javier del Río, de las mejores que recuerdo de su última época, caracterizada por los ágiles ritmos dibujísticos y cromáticos en ligera y exquisita cadencia decorativa. Se titula «Patio»y crea un espacio en el que parece como si sobre un tapiz de Klee extendido en el suelo hubiera plantado Dufy sus palmeras. Luis Fega nos enseña una pintura en el que su trazo tan característico parece contener el gesto del azar para obedecer a una voluntad configuradora de formas nuevas, todo sutilmente incipiente. De Pelayo Ortega, «Parapintor», obra de notable empeño, y, en fin, pinturas de Camín, José Arias, Clemente Roiz, Javier Victorero, Josefina Junco, Estrella Sánchez, José Paredes, Núñez Arias, Santiago Lara, Ramón Prendes, Rafa Rollón, Fernando Peláez y Edgar Plans, junto a esculturas de Amancio, Ernesto Knörr, Carmen Castillo y Pablo Maojo.