Tres técnicas de Josefina Junco

Título crítica: Tres técnicas de Josefina Junco
Autor: José Antonio Samaniego
Publicación: La Nueva España 8-6-2002


Un grupo de mujeres -Mary Cassatt, Berthe Morisot...entró de golpe en la historia de la pintura, dejando su nombre al lado Je los grandes pintores impresionistas franceses. Sus cuadros estaban llenos de escenas familiares, de niños y cunas, como si ellas hubieran pintado o sin abandonar sus tareas tradicionales. Salía de este modo a flote una sensibilidad femenina de nivel cotidiano, sin posibles dudas de interpretación. El caso es que los cuadros de Josefina Junco también emanan una esencia femenina, pero de diferente dimensión, más sutil, menos identificable a primera cata. Es un perfume de retorno a los origenes, un tiempo que corre hacia atrás, instalándose en las sensaciones de una infancia soñada.

"La escuela" (2000) es una casa sencilla, suspendida sobre el color de fondo. De ella brotan canciones de aprendizaje, "la m con la a ma... a de ave,u de uva". Así pintaban los medievales los mensajes que intercambian el Ángel y la Virgen en la escena de la Anunciación; Inevitablemente recordamos a Fray Angélico. Bajo el sol lucen cuatro señales horarias que rodean el edificio. El reloj no tiene agujas. El tiempo puede ir hacia adelante o hacia atrás. "Tempus fugit" (2001) muestra también la casa, rodeada de árboles con flores blancas. Un segundo círculo lo forman montañas y notas musicales. Hay también un reloj, que esta vez marca las siete de la tarde. Y una pareja que baila. Parece el dibujo ingenuo de una niña que proyecta su futuro y se ve enamorada y bailando algún día, cuando sea mayor. Esa pareja puede responder también a la imagen de sus propios padres. Quién sabe.

Hay una manera de enfrentarse con el tiempo que los mayores hemos perdido y la pintora recupera. Es la manera de los niños, para quienes el pasado no existe y el futuro tampoco, porque sólo se presta al sueño, a la imaginación sin posibles conexiones con la realidad.

Los niños escapan al tiempo porque se colocan fuera de su círculo demoledor. O más sencillamente, porque el tiempo no ha entrado en su conciencia. El tiempo de los niños es un presente mágico. Yeso éxactarriente sentimos ante las obras de Josefina Junco "Mirlos en el parque", "Charca", "Raitán". Especialmente los mirlos, que son pájaros expectantes, tan quietos que parecen eternos, tan rápidos como rayos luminosos. Fugaces en extremo, pero anclados en el instante.

Josefina Junco ha realizado un loable esfuerzo para colgar 32 obras en esta exposición, ya que ella no es una pintora prolífica, sino reposada y meditativa. Los cuadros van saliendo poco a poco y cada uno de ellos lleva encima unas horas de trabajo minucioso. Emplea diferentes técnicas. En el principio está el óleo sobre lienzo. En esta manera ha conseguido la píntora una factura personal, combinando las líneas sencillas de casas u horizontes con los detalles de las flores blancas, todo sobre un fondo de color aparentemente uniforme pero muy matizado. Su firma personal son las siluetas de los árboles y la minuciosidad de las flores blancas. "Árbol con luna, I y II" podría servimos de ejemplo por su sencillez, a pesar de su pequeño tamaño.. "Desde mi ventana, I y II" (2001) muestra el modo como trabaja las masas verdes de vegetación, los árboles ornamentales de hoja perenne en diversos términos y superposiciones, diferenciando cada uno de ellos y marcando distancias. Otra característica suya es la finura del color, siempre delicado y en combinaciones de gran sensibilidad.

Trabaja en series con variaciones, como los cuatro de la "Rama florida". Aguanta la ampliación perfectamente, lo que siempre es una prueba favorable, como se ve en "Flor en el tiempo" (2001) o "Tarde de aromas" (2001). Aquí sentimos de nuevo el sentido del tiempo que comentabamos, pues se tarta de flores blancas y gloriosas, como laas del magnolio, flores tropicales en la plenitudextática de su gloria. A su alrededor flotan las horas con números romanos de un reloj destrozado, en una hora mágica con el tiempo por siempre detenido.

Su segunda técnica es la mixta sobre tabla, donde ya ha conseguido trasladartodos los valores y maneras que dominaba en el óleo, pero con nuevos matices. Podemos seguir su trayectoria empezando por los "Paisajes en blanco y negro" y las "Hojas" casi monocromas, hasta el color refinado de la "Prímula", la "Violeta" y la serie de las "Manzanas". El éxito de los mirlos, la charca y el raitán, que ya he mencionado, resulta incontestable.

Ha comenzado a trabajar una tercera técnica, la del temple sobre tabla. Se nota el arranque, la vacilación, los primeros pasos indecisos. Y el resultado es menos brillante, porque el temple es muy seco y más reacio a las mezclas delicadas que consigue con las otras' técnicas. Los cuadros de formato horizontal con barcos perfilados en el horizonte resultan áIgo duros en sus empastes y faltos de matices, con un aire naif añadido poco favorable.

"A veces, hay que dar muchas vueltas para volver al principio"

Título crítica: "A veces, hay que dar muchas vueltas para volver al principio"
Autor: Paché Merayo
Publicación: Nueva España 4-6-2002

La galería Cornión se convierte, a partir de esta tarde, en escenario de un nuevo encuentro con la pintura de Josefina Junco. Una colección de telas de distintos formatos -todos implicados en el juego- ,llenas de horizonte, recuerdos, olores y búsquedas.

-Llama la atención a estas alturas de su trayectoria que al presentarse en el catálogo insista en el hecho de ser autodidacta.
-Me ha costado mucho esfuerzo fonnarme a mí misma. No ha sido gratuito, siempre estoy persiguiendo el conocimiento, leyendolo todo, buscando. Ahora, creo que en mi trabajo hay un dominio, aunque considero que hay tanto de dominio como de inseguridad, pero lo que nunca falta es la búsqueda. Creo mucho en lo que hago porque mi pintura es sincera.

-En sus cuadros el tiempo está marcado hasta con números romanos. Llega, incluso, a hacerse oír. ¿Cuál es su relación?
-El tiempo y yo tenemos un contencioso. Es un tema interesante en mi pintura que tiene la necesidad de renovar el pasado y de acercar el futuro. Lo curioso es que al pensar en presente recuerdo aquello de "Hoy ya és ayer y mañana no ha llegado, pero está en el punto de llegar". Siento la necesidad de mantener viva la memoria, de no dejar que ni la muerte se lleve los recuerdos, los amigos.

-¿Logra que se queden?
-Al pintar los recuerdos, logro el desahogo, la permanencia del sentimiento. La presencia de los que se fueron..

-Los lienzos tan dispares en tamaño y forma, ¿qué aportan a esa búsqueda, además de puro escenario?
-Muchas cosas más. El espacio en el que trabajas es fundamental, sobre todo para mí por ser una constante admiradora del horizonte. Creo que contemplar el horizonte de Gijón, su mar, es uno de los mejores ejercicios de pintura y de belleza. Parezco estar obligada a la horizontalidad. Sin embargo, la forma de la ventana de mi estudio, totalmente vertical, me plantea otras visiones.

-¿Se atreve a hablar del horizante tal y cama están las cosas?
-Mi obra no es coyuntural. Los cuadros están pintados desde hace muchos meses y, aunque defienden esa imagen de una ciudad con horizonte que espera sus barcos, no hablan de lo que está a punto de ocurrir, sino de mi percepción de un lugar.

-Cuando habla de su visión, de pintar desde su ventana, uno espera encontrar grandes planos generales. Aquellos que voléaban la playa entera de Gijón sobre una de sus telas. Pero ahora acerca la mirada y vemos detalles, primeros planos.
-He sentido un placer inmenso al magnificar las flores de cerezo o los melocotoneros. De todos modos, sigo hallando un gusto especial en el detalle, pero sé que no puede descender siempre a él. Por eso busco el horizonte.

-¿Qué siente al mirar sus primeros cuadros?
-Sorpresa, a veces, distancia, pero, en ocasiones, vuelves a lo que dejaste para profundizarlo.Y es que, a veces, hay que dar muchas vueltas para volver al principio.

-Su obra y la de otros muchos pintores de su generación ya tiene identidad de lugar. ¿Se puede hablar de una pintura asturiana?
-Estoy convencida. Tenemos una presencia contundente, con rasgos muy definidos que nos dan personalidad, pero los políticos no lo saben y no hacen nada pórque esta identidad se conozca fuerade la región..

-Hablando de políticos, ¿qué opina del proyecto de Centro de Arte Contemporáneo?
-Al Centro de Arte Contemporáneo le pido, sobre todo, que no sea un mausoleo, sino un lugar vivo, un lugar que todos podamos identificar con el siglo XXI.

El tiempo que florece

Título crítica: El tiempo que florece
Autor: Ángel Antonio Rodríguez
Publicación: El Comercio 1-6-2002

Ayer se inauguró en la galería Camión una muestra de Josefina Junco (Arriondas, 1949), que suma cinco individuales en esta sala desde que comenzó su tardía andadura artística, a comienzos de los ochenta. Entretanto, ha expuesto en otros espacios, como el Museo Evaristo Valle, la Casa Municipal de Cultura de Avilés o el Edificio Histórico de la Universidad de Oviedo, participando en numerosas colectivas dentro y fuera de Asturias. El conjunto que nos ocupa responde a los registros habituales de la autora, que en 2001 ya presentó un adelanto de estos trabajos en el Museo de Gijón Casa Natal de Jovellanos.

El título de aquella exposición -Murmullo de aromas sugería las actuales intenciones de Junco, que narra historias íntimas o se recrea temáticamente para plantear búsquedas donde conviven simbolismo y pictoricismo. En este sentido, su evolución ha sido coherente. Así, sin perder ese universo de apariencia primitivista que la personaliza, la entidad de sus cuadros ha ganado enteros, depurando elementos y creyendo en la esencialidad, la sobriedad formal y la experimentación. Autodidacta, en el último lustro ha mejorado técnicamente, centrando su impronta en los paisajes de su infancia, las series de árboles y flores, el sabor añejo y el paso del tiempo. Quizás por eso, ahora titula Trazos de esencias a este conjunto, constatando una actitud vital que pretende plasmar el recuerdo, el lugar habitado y el paso de las horas que, más o menos soñadas, se sugieren mediante alegóricos relojes, simulando lunas cálidas para proyectarse a terrenos de herencia metafisica.

Aquí, sin duda, respira cierto hálito generacional. No en vano, én la nómina de Comión es frecuente esta figuración narrativa, de silencios coloristas e instantes detenidos, que en cuadros como Desde mi ventana II, aquí presente, respondena planteamientos creativos comunes. Pero Josefina Junco, sin miedo al error, se arriesga plasmando sobre ellienio diversas pautas escenográficas, musicales y literarias que patentan, una vez más, la sinceridad de su paleta, amiga del silencio y enemiga de la complacencia. Su pintura, a mijuicio, no es lo que parece. El entramado demelodías plásticas que encierra, el esfuerzo integrador de cada pieza e, incluso, la ingenuidad compositiva, definen una huella cada día más personal.

Catálogo de la exposición Josefina Junco - TRAZOS DE ESENCIAS


CRÍTICAS: Tres técnicas de Josefina Junco. José Antonio Samaniego (La Nueva España) El tiempo que florece. Ángel Antonio Rodríguez (El Comercio) "A veces, hay que dar muchas vueltas para volver al principio". Paché Merayo (La Nueva España) Pintar el tiempo (mal que pese) Más de un pintor me ha confesado que se pinta lo que cabe en el propio estudio. Sin llegar a la fatalidad, es una determinación casi tan coercitiva como el talento, la época o el saldo disponible si uno quiere convertirse en un constructor de geografías, un héroe del espacio. Por contra, cuando se es un viajero del tiempo la falta de metros cuadrados es apenas relevante. Éste es el caso de Josefina Junco, pintora consagrada al más inagotable de los grandes temas: el modo en el que el tiempo arrastra las cosas, la evocación de lo ido o en trance de irse. El tiempo. Josefina trabaja en un pequeño estudio. Un lugar recoleto, incrustado en un apartamento que el arco de la luz atraviesa de este a oeste; una suerte de doble ventana que divibe¡equitativamente la mirada entre mar y la montaña, a los que hay que acceder, eso sí, pagando el peaje de edificios y artificialidad que impone un exilio urbano. Detrás de los montes, si apetece, se puede intuir la Arriondas natal de la pintora del mismo modo que la Arriondas de su infancia está a la vez presente y ausente en sus cuadros. En ese escenario, si Josefina, como pintora, quisiese crear continentes se vería seriamente limitada. Pero en su caso, la presión del espacio no hace más que reforzar con el encofrado de un constreñimiento externo lo que ya era vocación. "Pinto lo efímero, mal que me pese", resume Josefina Junco ante alguna de las obras que trae a Cornión en esta nueva muestra. No hay forma más sumaria y, no obstante, dramática de resumir una labor que consigue comprimir en su taller toda su infancia y por extensión el paso del tiempo. Claro que semejante partición entre espacio y tiempo está lastrada por una ingenuidad anacrónica. Lo que esta época ha enseñado acerca de ambos tiene un efecto devastador, sin vuelta atrás, si se es artista de temperamento elegíaco. Un efecto que interpela doblemente al pintor elegíaco, que al fin y al cabo se las ve con el espacio y con el tiempo a la vez. La flecha del tiempo es reversible, pero el acceso a otros tiempos se mantiene para nosotros tan vedado como antes de saberlo. Por otra parte, la conquista del espacio es directamente proporcional a nuestra agorafobia. O quizá, al revés, genera una claustrofobia sideral que, en un espacio superpoblado de límites nos confina a un calabozo en el que, en términos de política universal, constituimos una exigua minoría sin derecho a voto. Todo ello huele a condición trágica. A cambio, como una especie de gracia compensatoria otorgada por el severo dios de los científicos, todas esas enseñanzas vienen a legitimar doblemente las viejas estrategias del pintor para tratar con el tiempo a través de la gramática del espacio. El arte, así, consuela. Pues la pintura misma, una puerta dimensional (o una ventana dimensional, si hemos de recoger la fecunda metáfora del viejo León Battista Alberti), se vuelve a su vez la mejor metáfora de un viaje posible pero impracticable a través del tiempo, de la presencia y fisicidad de lo que ya no existe, de la capacidad para afectar los sentidos de lo que diluyó el aguarrás de las horas antes de evaporarse él mismo. En definitiva, de la transitabilidad del tiempo a través del espacio. Otra cosa es que esta gracia tenga su precio. El arte auténtico abre siempre accesos tan reales y vívidos como sistemáticamente vedados. Es al tiempo la consagración de la presencia bajo el acicate de la ausencia, y la epifanía de la ausencia a través de la presencia: un juego de intercambios permanentes entre plenitud y decepción.Sentada esta licencia pictoribus poetisque, y con auxilio de la memoria, que es la madre de la elegía, hay que aprovechar que cuesta mucho menos devanar toda la infancia a partir del aroma de un hilo de azafrán que, por ejemplo, construir un agujero de gusano y saltar por él a otros puntos del tiempo. Esa misma estrategia -la del aroma- es la que utiliza Josefina Junco para echar su melancólico pulso al devenir. Ya Pepa Pardo, en un vivaz texto que acompañó la exposición de Josefina, titulada "Murmullo de aromas", en la Casa Natal de Jovellanos, había apelado al sentido del olfato para hablar de su trabajo. Y con razón. Porque, para descerrajar el pasado, la pintura de Josefina se vale de la misma delicadeza casi inmaterial con la que opera un aroma. El secreto de la victoria de los aromas sobre nuestras limitaciones espaciotemporales está posiblemente en la inconmensurable sutileza de la química. En alguna novela de ciencia-ficción -Dune, me parece- la estrategia para penetrar los fabulosos escudos deflectores del oponente en cuerpo a cuerpo residían en la lentitud extrema, la delicadeza con la que había que lanzar la estocada. La precipitación, la furia o un exceso, digamos, de rudeza material en el ataque, lo arruinaba irremediablemente. La exquisitez era, de este modo, la condición del dto. Con esa misma suave terquedad Josefina Junco raviesa el muro del tiempo y tira de las cosas para sus_erlas al agujero negro del olvido. Cuando, contra esa !ida gravitación, consigue rescatarlas, hacerlas reaparecer ás acá del horizonte de sucesos transusbstanciadas en pintura, el esfuerzo queda registrado a su vez en el soporte como luz huida en un espectrograma. O, cambiando de metáfora y paradigma, en lo que José Ángel Valente denominó, fundiendo adjetivo y sustantivo, material memoria. Claro que, irremediablemente, esos pecios quedarán tocados de nostalgia. Pero la nostalgia, tanto como la plenitud, es condición de la belleza. Lo que Josefina Junco rescata pintando se deja organizar en series por la temática o por el procedimiento. Como suele suceder en los artistas leales a un mundo y a un método, se hace inevitable hablar de depuración y de síntesis. Pero en ningún caso de empobrecimiento. Hay en estos cuadros la riqueza plástica y sensorial, conceptual, narrativa e incluso musical que sólo requiere para ser disfrutada (por pura paradoja) dejar un poco del propio tiempo en su disfrute. Está en las maneras, los laboriosos fondos, las trazas de gesto en cada pincelada, la variedad de materiales empleados (Óleo, temple, pigmentos mezclados en recetas magistrales) así como en el diálogo en baja voz entre lenguajes y registros diversos alimentados en fuentes de la memoria. Los formatos mayores dejan ver con nitidez esa polifonía que quiere ser algo más que plástica, o por lo menos, como dice Josefina, poner a prueba mediante un "lenguaje integrador" la capacidad de lo plástico para soportar o evocar otros lenguajes, incluidos el literario o el musical. En ellos, la más circunstanciada escenografía de etapas anteriores se ha desvanecido y queda sólo la almendra de lo recordado. Antes Josefina recurría a la superposición haciendo convivir en el mismo plano pictórico a vivos y fantasmas, propiciaba la aparición de sombras sin dejar ver los cuerpos que las producían, dejaba deslizarse un tiempo en otro o empujaba levemente una perspectiva hasta distorsionarla, creando la ruptura. Ahora simplemente yuxtapone sobre un fondo plano, pero dotado de autonomía plástica, elementos simples primorosamente pintados: personajes u objetos, letanías escolares, notas musicales que se engarzan y fluyen. El resultado viene a ser un paradójico collage sin materiales ajenos a la pintura, organizado narrativa o melódicamente. Josefina recurre además a artificios casi mágicos (más allá de la magia misma de la pintura): pintar sobre flores, edificios o figuras humanas las horas de un reloj en números romanos: una forma de conjurar el tiempo que casi retrotrae la pintura a Altamira o Lascaux. O transcribir el "tic-tac" aplicando al tiempo natural el metrónomo del tiempo humano. Pero la intensidad no se reserva para los formatos mayores. En las series de pájaros y frutos, mediante una personal mezcla de pigmentos, Josefina refuerza no sólo la capacidad de la pintura para evocar lo vivo sino también la vida misma de lo pintado, consiguiendo que una pequeña superficie multiplique aguas y reflejos al contacto con la luz. O divide la tabla en mar y cielo, mide las horas mediante una cadencia de buques fondeados al filo del horizonte, esperando entrar en el puerto. Otra serie agrupa flores concebidas y ejecutadas trasponiendo, de la tinta al óleo, conceptos del arte japonés (y por extensión, del antiguo arte chino). Un encuentro que tenía que producirse, supongo, dadas las afinidades de fondo entre la poética de Josefina Junco y la de aquellos maestros de la síntesis entre lo mental y lo sensorial cuyos modelos se encontraban no en la naturaleza, sino en la mente que los había contemplado con obsesiva atención antes de ponerse a pintarlos in absentia. Con esa desenvoltura de los pintores autodidactas, que aprenden en descubierta, Josefina ha resuelto el problema de conciliar expresividad con disciplina, la precisión de la tinta con la materialidad del óleo, dibujando/pintando con un trapo. Al fondo, los perfiles de las montañas edénicas de Arriondas -Peñas de Villar, Pico de Coviella- tal como están troquelados en la memoria de la pintora: suaves sombras o arquetipos geométricos. Como no podía ser de otra manera, el resultado de todo ello es que sobre lo memorable (para Josefina) se construye lo memorable (para quienes vemos su pintura). Y por suerte, la pintura siempre tarda algo más en ser tragada por el tiempo que las cosas sencillamente vistas en su tránsito, y perdidas al instante. J.C. Gea. Mayo de 2002

Mascaradas intimistas

Título crítica: Mascaradas intimistas
Autor: Ángel Antonio Rodríguez
Publicación: El Comercio 16-2-2002

Como suele ser habitual en las exposiciones colectivas, Cornión ha propuesto a los artistas de la galería que se inspiren en un motivo común para desplegar el tarro de sus esencias personales. Los resultados, cuando menos, suelen ser originales, y casi siempre sorprendentes.

En esta ocasión, el Camaval ha sido el pretexto compositivo. Al margen de la temática, cada autor ha puesto sobre la obra su impronta, y el conjunto permite analizar a algunos de los pintores más interesantes del actual panorama asturiano.

Entre las generaciones veteranas, llama la atención un cuadro reciente de Camín, pleno de luz y sutilidad, en empastes de pintura acrílica y línea directa con la espontaneidad de sus composiciones. Junto a él, el genial Aurelió Suárez, con ese surrealismo tan genuino que, en las escenas transgresoras, y por tanto en las mascaradas, se mueve como pez en el agua.

De la generación siguiente, una espléndida litografía de Adolfo Bartholomé abre la lista de arlequines de la exposición. Y es que la eficacia expresiva y la multiplicidad cromática de los disfraces ha sido una referencia para muchos autores. Así, el arlequín es también la excusa elegida por Estrella Sánchez para desarrollar su cuadro, picassiano y siena, y por Fernando Peláez, certero y textural. Mientras tanto, la genialdad de Javier del Río sigue soñando con Xixón, pintando y sorprendiendo. Sus recientes composiciones, inspiradas en la ciudad, son una auténtica delicida para los sentidos.

Josefina Junco, en azules místicos y registros cada día más narrativos, y Mabel, con un colorista cartel del Antroxu, completan la nómina pictórica femenina, mientras Carmen Castillo aporta una pequeña escultura, de guiños constructivos. Purísimo, como siempre, Pelayo Ortega brinda Un trocito de pintura sonriente, y un dibujo, con esa ternura inherente a los grandes maestros. Completan la nómina, un vertido de José Arias, una cabeza metafisica de Ramon Prendes, y dos sagaces composiciones del genial Miguel Mingotes, cuyo Rey de Copas,brossiano y mordaz; es una verdadera poesía, cuna de cómplices sonrisas.

Una muestra sobre Carnaval.

CARNAVAL 2002
Título crítica: Una muestra sobre Carnaval.
Autor: Rubén Suárez
Publicación: La Nueva España 14-2-2002

No cabe duda de que el Carnaval, tan colorista y abrumadoramente expresionista, la deformación, el esperpento, la máscara en exaltación, parece en principio un buen tema para la pintura. No suele resultar así, porque a menudo se lo toma como un pretexto multicolor y frívolo para la descripción costumbrista y entonces la pintura se vuelve banal, ramplonamente caricaturesca, como hay casos. Otra cosa sucede cuando para el artista lo que prima es la pintura y no el motivo, que lo ayuda a plantear una nueva dimensión del ser o de la conducta humana, o incluso una valoración de calidades plásticas, color, forma, composición, movimiento... como es el caso de Evaristo Valle de quien se exhibe estos días una serie de piezas en la Fundación Museo de Somió.

También sobre el Carnaval puede verse una exposición colectiva en la galería Cornión, en la que figuran varios artistas habituales de la sala, como Camín, Pelayo Ortega, Javier del Río, etcétera. También está representado, con un par de cosas Aurelio Suárez, una de ellas el gouache que ilustra estas líneas. Y Mingotes, que además nos deja en lo literario una de sus sentencias: "Sátira; señala la condición de muchos". Pues eso.

De máscaras, colores y colorados

Título crítica: De máscaras, colores y colorados
Autor: Cuca Alonso
Publicación: La Nueva España 12-2-2002

El Carnaval gijonés, tan largo y tradicional, siempre ha mantenido una estrecha relación con la pintura, de tal modo que son muy pocos los maestros que llegadas estas feéhas no han sucumbido a la tentación de plasmar en sus lienzos alguna"de las múltiples escenas multicolores que preceden a la austeridad de la Cuaresma. Incluso se puede llegar a deducir, dada la prodigalidad de algunos pintores en el tema, que quizás éste ha sido utilizado como coartada, si tenemos en cuenta la teoría que define al color como principio de la necesidad del alma. Y llegados a este punto cabe pensar que es difícil saber qué fue antes, si el huevo o la gallina, quiero decir, que hay artistas que. de un modo deliberado se retraen a los grises para no desnudar su espíritu o, por el contrario, otros han de plegarse a la infinita gama de lo neutro como exigencia genérica. Se sabe que el color es riesgo, desvergüenza, incluso inelegancia, así que el Carnaval es la válvula que con toda legitimidad anula la contención o simplemente inspira, de cualquier suerte, dancemos en una orgía de colores, aventurémonos... Y dieron lo mejor de ellos mismos.

La galería Cornión estrenó en la tarde del viernes una gloriosa muestra carnavalesca, dada la notabilidad de las firmas que concurren a' ella. Catorce autores, desde Aurelio Suárez, con ,su "Máscara" y "Cabeza globular" -dos joyas, dos guaches adscritos a ese estilo mordaz e inquietante del maestro-, a su ilustrísima Joaquín Rubio CamÍn. En medio, la genialidad de Pelayo Ortega, cuyo interior poético ha de ser tan hermoso y refulgente que los colores, como los caballos, .han terminado por ceder incondicionalmente a su compáscreativo. Javier del Río.:. "Gijón en fiestes" y "Máscara del banjo", en su línea de sombrío politeísmo, o "Ya no me quedan colores en la paleta", pero da igual, los pintores de Altamira tenían menos, y se quedaron. "Asómate", me dijo Amador Fernández, precediéndome extramuros de la sala. Antes de encender las luces, un enorme Gijón, sublimado en una dulce intemperie, se recogía en la mítica historia del cerro de Santa Catalina. A plena luz, cambIaba las tonalidades, perOc no la alquimia de ese ser y haber sido que sólo puede expresar la mirada que lo descifra. Con sumo gusto le hubiera concedido tina medalla de oro. José Arias, "El día después", o sea, Miércoles de Ceniza; atrás quedaba una noche de lujuria prendida en los. anónimos, y el mar venía para borrar sus huellas, en penitencia. Mabel, Josefina Junco, Carmen Castillo, Estrella Sanchez... Un "Arlequín" de Adolfo Bartolomé, otro de Fernando Peláez; una máscara de Ramón Prendes... y los jeroglíficos irónicos de Miguel Mingotes. Otras veces son entrañables, líricos o acusadores, pero es tiempo de Carnaval... "Carta" era un solo naipe, el rey de copas, con el rostro de don Juan Carlos de Borbón; dos interpretaciones, o bien el monarca se disfraza de baraja, o Heraclio Fournier sueña con disfrutar el trono de España.

Magnífica muestra; en la línea de quien la avala. Por cierto, esta semana se inaugura Arco, y Cornión, que era fija en el certamen, vuelve a quedar en casa. ¿Motivos? Las respuestas, en coro, echaban humo. Se ha salvado Vértice, a última hora y por los cables tendidos, dicen, desde las instancias del propio Heraclio Fournier. Pero como no todo el mundo tiene a mano la baraja, la pregunta es obvia: ¿qué han hecho las autoridades locales y regionales en favor de nuestros artistas de vanguardia? ¿ Cómo han procurado promocionar una riqueza cultural que tradicionalmente ha estado en cabeza de cualquier corriente o innovación nacional? Comión y, en su día LA. ilustraron y enriquecieron los espacios de Arco, que, ústedes perdonen, algunas veces falta les hacía. Las firmas que Asturias exhibió ahí están, y a ver cuántas, de las foráneas, se han perdido en la noche de los tiempos.

El Carnaval es lo que tiene, saca a la calle el color del arte y también los colores a quienes lo ignoran o desprecian.

El carnaval se convierte en el protagonista de las galerías de arte

Título crítica: El carnaval se convierte en el protagonista de las galerías de arte
Publicación: El Periódico de Gijón 11-2-2002

Una fiesta tan significativa como el carnaval no ha pa sado desapercibida para las galerías de arte y los museos de la ciudad, ya que en la gran mayoría de ellos pueden verse diversas exposiciones, tanto colectivas como individuales, cuya temática es la fiesta de los disfraces.
La galería Camión ha reunido a varios de sus artistas en una mues tra colectiva que fue inaugurada el pasado viernes y que permanecerá t abierta hasta el próximo mes de marzo, En ella pueden verse diversas pinturas y esculturas que abordan el carnaval desde distintos puntos de avista, tanta realistas como imaginativos e incluso humorísticos.
Por otra parte. en la sala Monticelli también puede verse otra exposición de pinturas. ésta de carácter realista. en la que el colorido y la calidad de las obras llama poderosamente la atención. Entre las pinturas. destacan especialmente los cuadros de Enguix. en los que refleja con una gran calidad el carnaval más lujoso y el esplendor de los grandes salones de los palacios del siglo XIX.
CARNAVAL DE MUSEO
El museo Evalisto Valle es otro de los escenarios donde el carnaval se ha convertido en protagonista. En esta ocasión, entre las colecciones de los fondos museísticos se han seleccionado un total de 16 piezas del pintor gijonés. procedentes de diversas épocas de.su producción artística, en las que Evaristo Valle recorre diferentes aspectos de la fiesta. El carnaval es un tema al que recurrió con frecuencia a lo largo de su vida, ya que el artista consideraba la fiesta como un magnífico exponente de la sociedad y de los deseos reales de los individuos de romper las normas.
A lo largo de las obras de la exposición, se pueden contemplar escenas que abordan la fiesta desde un punto de vista más lúdico y fresco, acompañadas de otras que tienen un carácter más solemne. En todos ellos se encuentra una pintura de calidad y de grán frescura, tanto en la técnica como en los aspectos formales.
OTRAS OFERTAS
Además del carnaval, la sala Tioda muestra una exposición colectiva de artistas asturianos cuyas obras están realizadas en pequeño formato. Vicente Fernández Iglesias expone sus pinturas en la galería Espacio Líquidp y Víctor Pedra hace lo propio en la sala Van Dyck.
Por otra parte, el museo Barjola acoge la muestra Out of order: fuera de servicio, en la que un total de diez artistas suecos, ingleses y españoles han traído una exposición cólectiva ideada y organizada por ellos mismos. Esta muestra ya pudo verse anteriormenteen Suecia, y antes de partir para Inglaterra a principios del mes de abril, permanecerá en el museo gijonés hasta el próximo tres de marzo.

Catálogo de la exposición CARNAVAL 2002


CRÍTICAS Mascaradas intimistas. Ángel Antonio Rodríguez (El Comercio) Una muestra sobre Carnaval. Rubén Suárez (La Nueva España) De máscaras, colores y colorados. Cuca Alonso (La Nueva España) El carnaval se convierte en el protagonista de las galerías de arte (El Periódico de Gijón)