El tiempo que florece

Título crítica: El tiempo que florece
Autor: Ángel Antonio Rodríguez
Publicación: El Comercio 1-6-2002

Ayer se inauguró en la galería Camión una muestra de Josefina Junco (Arriondas, 1949), que suma cinco individuales en esta sala desde que comenzó su tardía andadura artística, a comienzos de los ochenta. Entretanto, ha expuesto en otros espacios, como el Museo Evaristo Valle, la Casa Municipal de Cultura de Avilés o el Edificio Histórico de la Universidad de Oviedo, participando en numerosas colectivas dentro y fuera de Asturias. El conjunto que nos ocupa responde a los registros habituales de la autora, que en 2001 ya presentó un adelanto de estos trabajos en el Museo de Gijón Casa Natal de Jovellanos.

El título de aquella exposición -Murmullo de aromas sugería las actuales intenciones de Junco, que narra historias íntimas o se recrea temáticamente para plantear búsquedas donde conviven simbolismo y pictoricismo. En este sentido, su evolución ha sido coherente. Así, sin perder ese universo de apariencia primitivista que la personaliza, la entidad de sus cuadros ha ganado enteros, depurando elementos y creyendo en la esencialidad, la sobriedad formal y la experimentación. Autodidacta, en el último lustro ha mejorado técnicamente, centrando su impronta en los paisajes de su infancia, las series de árboles y flores, el sabor añejo y el paso del tiempo. Quizás por eso, ahora titula Trazos de esencias a este conjunto, constatando una actitud vital que pretende plasmar el recuerdo, el lugar habitado y el paso de las horas que, más o menos soñadas, se sugieren mediante alegóricos relojes, simulando lunas cálidas para proyectarse a terrenos de herencia metafisica.

Aquí, sin duda, respira cierto hálito generacional. No en vano, én la nómina de Comión es frecuente esta figuración narrativa, de silencios coloristas e instantes detenidos, que en cuadros como Desde mi ventana II, aquí presente, respondena planteamientos creativos comunes. Pero Josefina Junco, sin miedo al error, se arriesga plasmando sobre ellienio diversas pautas escenográficas, musicales y literarias que patentan, una vez más, la sinceridad de su paleta, amiga del silencio y enemiga de la complacencia. Su pintura, a mijuicio, no es lo que parece. El entramado demelodías plásticas que encierra, el esfuerzo integrador de cada pieza e, incluso, la ingenuidad compositiva, definen una huella cada día más personal.