Una mirada libre y confiada

Título crítica: Una mirada libre y confiada
Autor: Rubén Suárez
Publicación: La Nueva España 3-04-1992

No importa que se los llame naives, primitivos, instintivos o, como en su primera exposición de París en 1937, maestros populares de la realidad. Lo que importa es que su obra no dependa de una moda, ni que haga de la torpeza virtud ni que, sobre todo, se reitere artesanamente en una serie de modelos estereotipados. Y así podremos disfrutar del arte genuino de unos pintores que no constituyen una tendencia sino que, libremente, sin atender a convención alguna, son capaces de hacernos partícipes de un mundo entrañable que es exclusivamente suyo, de compartir sus recuerdos, sus sueños o su modo de ver la naturaleza. Es algo que consigue Josefina Junco (Arriondas, 1949), profesora de Literatura en Gijón, cuya obra tiene mucho que ver con una de las frases de un texto de Van Gogh que Camín reproduce en la presentación de su catálogo: «Cuando se ha empezado a considerar las cosas con una mirada libre y confiada, no se puede volver atrás sin claudicar». No claudica y su mirada libre y confiada sigue viendo para nosotros cosas que no sospechábamos. En una pasada exposición en la Fundación Evaristo Valle, las muñecas, o rincones entrañables habitados por el tiempo o casas solitarias como de un Hopper traducido al naif. Ahora, árboles de cristalina, oriental presencia, o ese pedazo de Gijón del cerro de Santa Catalina y la iglesia de San Pedro que parece convertirse en una ballena, con el «Elogio del horizonte» como oreja y un cuerpo urbano descrito con un magicismo cercano a Klee, que se dispusiera a zambullirse en un mar más violeta que azul. Y tenemos también un interior con un niño y dos mujeres, una de las cuales ve extrañamente pasar la madera translúcida del suelo sobre sus piernas, inquietantes personajes de un curioso pop metafísico. Y luego está el mar con la luna amarilla asomándose o con los barcos fantasmales en la lejanía, un tema en el que creo que Josefina Junco tiene más cosas que decir.

Hay siempre un poso romántico y literario en esta mirada, en la simplificación alegórica, en la sencilla elementalidad de su manifestación plástica. Y ello nos atrae y sugestiona.